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LACA Y MAQUE
El maque en nuestros tiempos es sinónimo de laca o charol; se elabora principalmente en madera, misma que previamente lleva la forma deseada (jícara, guaje, charola, etcétera), el maque comienza con embarrar uniformemente y con las manos (a veces lo hacen con la ayuda de un “trapito”, pero evidentemente el aceite de la mano tiene un toque especial), varias capas de una pasta hecha a base de aceite de linaza mezclado con varias especies de tierras, que tras un largo proceso de secado, se endurece ofreciendo al artesano una superficie lisa y lustrosa de gran resistencia lista para trabajarse incluso con la punta de un punzón de acero.
Este tipo de pastas han sido empleadas para impermeabilizar y decorar diferentes objetos de madera o cáscaras duras de fruta que han hecho las veces de recipiente. Las lacas o maque tienen diferentes manifestaciones y variables en el mundo. En cuanto al Estado de Michoacán y más particularmente Uruapan, encontramos que éste ha sido considerado por algunos investigadores como “la verdadera cuna del maque”. Desafortunadamente esta actividad que en otros años diera tanta fama a la ciudad de Uruapan corre gran riesgo de perderse si no hacemos algo por su continuidad.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Como se había mencionado, el maque o pintura de Peribán, es señalado por La Rea como de la invención tarasca, aun siendo arte también común en otros pueblos, ostenta características peculiares, como el diseño, los materiales de tinción, la técnica usada y del uso en objetos fuera de lo cotidiano. “Sabemos que uno de los tributos proporcionados por los michoacanos a los españoles fueron las jícaras, apreciadas por su arte y hermosura y que éstas eran ofrecidas a los visitantes y usadas en lo normal de la vida. Objetos en laca aparecen en La Relación, entre los que destaca el guaje usado por el Petamuti o sacerdote mayor, que agregaba a la pintura estar engastado de turquesas”.
Don Vasco de Quiroga, derivó la técnica de elaboración “desde los primeros momentos a hacer escribanías, camas y otras piezas en madera que se hermoseaban con la sabiduría de una artesanía que había sentado plaza desde hacía tiempo”.
Como un antecedente histórico de la fama de esta artesanía a nivel mundial, encontramos el relato de Madame Calderón de la Barca, curiosa viajera y coleccionista, quien nos relata su búsqueda y encuentro con el maque en su visita a Uruapan:
"Las jícaras (xicalli), hechas de una especie de calabaza, o, mejor dicho, de una fruta que se le parece, y producida por un pequeño árbol, cuyo fruto cortan en dos, convirtiéndose cada uno en dos platos; le vacían y le dan un barniz muy durable que extraen de una tierra mineral de diferentes colores, y en algunas las doran. Son muy bonitas, duraderas y de ingeniosa traza. Los hermosos colores que emplean para pintar las jícaras se componen no sólo de varios productos minerales, sino también de madera, hojas y flores de ciertas plantas, de cuyas propiedades poseen un conocimiento no desdeñable"
Según la crónica del maestro La Rea de principios del siglo XVII:
"Se inventó en esta provincia, y fuera de ser tan vistosa, el barniz es tan valiente, que a porfía se deja vencer del tiempo con la misma pieza en que está pegado; porque siendo natural en todos los colores marchitarse con el uso, perderse y despegarse con las aguas calientes, con los golpes y trasiegos, éste de Michoacán no se rinde ni marchita con el tiempo, sino que se hace tan una pasta con la madera o vaso, que dura lo mismo que él. Lo primero que se hace es dar el primer barniz, y dado, seco y dispuesto, se abren las labores a punta de acero o buril, dibujando las figuras, misterios o países que quieren; y después se van embutiendo los colores, con la división, proporción y correspondencia que ha menester la obra. Hácense excelentes escritorios, cajas, baúles y cestones, tecomates y vasos peregrinos, bateas, jícaras y bufetes, con otras muchas curiosidades".
“Admiraba ya desde el siglo anterior al multicitado fray Bartolomé de las Casas este arte de la pintura de jícaras que se convirtió en otra de las galas michoacanas. Él lo refiere a que era arte conocido en todo el ámbito indígena americano y refiriéndose a ese usar de vasijas las señalaba como fruto de un árbol que en las islas llamaban hibuero y nos indica el modo de usarlas: "Estas las pintaban por de fuera de muchos colores muy finas y tan asentadas que aunque estén cien años en el agua, nunca la pintura se les quita, y son tan hermosas y tan lindas que al Emperador se le podría servir con ellas, las cuales allí llaman xicaras".
Este tipo de artesanía se mantiene en Uruapan, Quiroga y Chiapas, pasando la técnica de generación en generación, como un aprendizaje que se adquiere desde la niñez y se va perfeccionando a través del trabajo de años. Desafortunadamente su elaboración ha disminuido y para que no se encuentre en peligro por el desinterés de la gente y de los niños de ahora en transmitir el conocimiento en la elaboración del maque, debemos promover su difusión y apreciación para que no desaparezca esta hermosa forma de expresión artesanal.
A través de una consciente observación, uno puede darse cuenta de la belleza del maque, que nos refleja el sentimiento o imaginación del artesano “cuyas manos poseen la maestría heredada de Urani, legendario personaje de una leyenda michoacana en la cual Urani, joven doncella, se ocupaba en maquear con infinita paciencia la palangana en que habían de ofrecerse los anillos y las arras de oro que el padre Fray Juan de San Miguel, fundador de la traza de Uruapan, había regalado al príncipe Tzintzun, para la celebración de sus próximas bodas con ella”.
LUGAR DE PRODUCCIÓN
Uruapan